¿Por qué corro? Para sentirme viva.
Me lo pregunto para encontrar una respuesta que me convenza. Yo no uso pulsómetro, no cuento metros ni kilómetros ni pulsaciones, la mayoría de las veces no llevo reloj, no suelo ir a carreras ni sé a cuanto hago el kilómetro. Suelo correr sola. Cuando la cabeza me lo pide camino rápido y cuando me repongo vuelvo a correr.
Le he dado vueltas y tengo claro que corro para sentirme viva, para vivir el presente. Corro para vencer a esas voces internas que me convencen con mil excusas para no hacerlo. Corro para sentirme viva por dentro. Y llegado a este punto me vuelvo a preguntar.. ¿y entonces por qué no corro más? ¿por qué no salgo todos los días o casi todos? y buceando en mi interior busco una respuesta.
No lo hago porque me dejo arrastrar por las voces internas de la pereza de la comodidad o la simple flojera. Por eso muchas veces tengo que forzarme a no escucharlas, a tirar para adelante haciéndome que no siento esa pereza infinita aderezada con escusas varias. Si lo pienso no lo haré y encontraré motivos suficientes para permanecer parada. Así que me visto, pongo las zapatillas casi de modo automático y el primer obstáculo ya está superado. Pongo la música y comienzo a caminar, a correr y las voces internas comienzan a perder fuerza. Si antes me gritaban ahora susurran, soy yo quien se impone y les va pidiendo bajar el tono. Como siempre que acallo esas voces comienzo a encontrar en el trayecto la satisfacción en forma de olor, de rayo de sol, de paisaje y comienzo a sentirme profundamente viva en medio de la naturaleza que me rodea. Realmente son chispas de felicidad, de plenitud, de consciencia de vivir el presente y si en ese momento salta una de las canciones que tengo guardadas en el teléfono entonces es la combinación perfecta para sentir que vuelo, las endorfinas me invaden y experimento una felicidad profunda.
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