Un sábado gris.




Esta soledad es un bálsamo.
El silencio de la cocina arropa las palabras que salen a borbotones buscando un sentido, poniendo  nombre y definiendo. Concretan y colorean sentimientos y pensamientos que se convierten en textos. Como un torrente, unas palabras empujan a otras sobre la mesa junto a la taza ya fría de café y las migas esparcidas del desayuno. En el horizonte, como referencia, el monte tras la ventana  está  cubierto por una capa de lluvia fina e intensa que lo  envuelve.
Esta soledad y este silencio de cocina vacía es un remanso de paz para los sentidos abotargados de estímulos,  de deberes y  de pensamientos que pasan rápidos sin concretar nada.
El sonido amortiguado del motor de la nevera  y la luz gris de un sábado cualquiera pacifica los sentidos para que las palabras busquen una salida y queden plasmadas sobre esta nota del móvil. Salen atropellandose porque quieren llenar esta paz cálida y productiva sin perder el momento mágico. No puedo dejar que pase este rato de primavera recién estrenada en el calendario pero de invierno lluvioso tras los cristales... Pasan los minutos, el corazón se acelera, los dedos corren sobre el teclado, no hay tiempo que esperar, es necesario continuar atrapando este tiempo con letras, con palabras... sé que no va a durar mucho más.
El libro con la historia de Marcela Serrano espera abierto. Este efímero tiempo de letras y migas de palabras se mantiene en un equilibrio tan inestable que presiento su fin a la vuelta del pasillo.
Se abre la puerta del salón. Fin... Maaamaaaa,  Pedro no me deja el mando de la tele, maaaaamaaaa. Empieza una batalla. Me levanto  con una pereza infinita dejando la paz en la cocina y  el bálsamo de silencio desparramado por los azulejos....sabía que esto iba a durar poco.

Comentarios

  1. A propósito de "Un sábado gris"
    ¿Estaba la paz en la cocina, cobijada en el silencio? ¿O era acaso el silencio mismo?
    Está, creo, en uno mismo, en el interior, y se deja ver, sentir, cuando el silencio muestra su rostro y puede uno escuchar, sin prisas, el rum-rum del motor del frigorífico, el ronquido de un coche en ralenti, el tic-tac del reloj o el chasquido suave de la lluvia en los cristales.
    Tal vez se note la paz cuando la abraza el silencio y la quietud.
    Fernando

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Por si quieres comentar

Lo más leido...