Sin preguntas




De repente llegó. 
La luz apareció en la cocina sin vergüenza y fue rellenando todos los armarios. No quedo plato sin brillo ni cucharilla sin reflejo. El sol se removió entre las sabanas blancas y se recostó en las almohadas, el poniente empujó las cortinas creando una playa con olas de espuma. Lo vimos llegar mientras el café estaba en las tazas sintiéndose extraño ante este nuevo inquilino. Desde ese momento la leche le abandonaría para acompañarse del hielo hasta septiembre. El verano, sin preguntar en dónde, se había instalado en casa .

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