Hola, soy Charo.



Supervisaba cada rincón, cada gesto y cada movimiento con ojos de ave carroñera. No había lugar para un arruga en una sábana recién planchada y no se le pasaba desapercibida la sombra de la minúscula mancha en una servilleta, como tampoco la marca en el doblado de un pantalón del quirófano. Sus ojos llegaban más rápidos y más lejos que los de cualquiera. Sabía detectar la mota de polo a kilómetros y la escasa sombra de aceite en un mantel.

Eran los años sesenta en una España tan gris y opaca como los zuecos que  marcaban sus pasos firmes por el pasillo y que atemorizaban, en la distancia, si estos se iban acercando.

Durante años  consiguió, con mano de hierro y mente servil, amargar la vida de sus compañeras del hospital exigiendo la perfección en todo lo que fuese atender al genero masculino. Ella era la "gobernanta", la fiel alumna de la Sección Femenina, la sumisa servidora de  un régimen machista, casposo y rancio. Soltera y solterona de misa con mantilla, ella la pura y casta, reprimida hasta la medula, acomplejada por dentro y tirana por fuera.

Pasó años dirigiendo el servicio de limpieza del hospital de ricos hasta que la empresa cerró dejándola sin la posibilidad de continuar ejerciendo su poder sobre otros. Unas palabras de agradecimiento por parte de la dirección y un sobre con varios billetes de colores antes de quedar en la calle.

Ahora, cuando paso de camino para el trabajo, me paro delante del escaparate de la tienda en la que trabaja y la observo detrás del mostrador. Un día me armaré de valor y entraré para recordarle quién fué hace años y quíen soy yo ahora. Hoy no tengo miedo. Soy una mujer que sabe mucho más de la vida y de mi misma que entonces y tengo la fortaleza de sentirme libre. Pero sobre todo soy una mujer que jamás compraría un escapulario ni un rosario de esos que, ahora, ella saca brillo  en la vitrina.

Comentarios

Lo más leido...