Café caliente.
Fotografia de Emiliano Elizate. |
Las palmas de las manos, como en una plegaria confiada a un dios que despierta, retienen el calor. Un calor que corre por los brazos y templa el cuerpo amaneciendo a un nuevo día.
La mirada permanece baja sobre la superficie profunda y oscura de este néctar que me insufla vida solo con el aroma que se va elevando.
La noche aún permanece al otro lado de la ventana, los contornos del monte comienzan a intuirse con la primeras luces y la vida se va abriendo paso dentro y fuera de esta casa, dentro y fuera de este cuerpo.
Elixir sagrado que paladeo ahora con la mirada perdida. Cada sorbo inyecta vida, reconstruye, recoloca el pasado, planea el futuro y permanece en este maravilloso presente de café caliente entre las manos frías.
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