Amiga Conchi

Qué pena que desde ahí
no puedas sentir esta lluvia
mansa y lenta
que cae sobre los charcos temblorosos.

Qué pena que no huelas
como este aroma
de tierra humeda y viva,
entra por cada poro
y se diluye en el torrente de sangre
 a través de todo el cuerpo.

Qué pena que no sientas la paz de este silencio
mullido y tierno,
ni veas la niebla
que se enreda entre la ramas de los árboles
y va bajando
desde lo alto de la montaña
como una ola gigante.

Qué dolor tan grande
saberte lejos de esta vida.
Sin certezas de nada,
sin esperanza ninguna.
Solo la impotencia resignada
que surge ante la muerte.

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