Callar



Callarse siempre fue peligroso.

Se cerraron en falso las heridas que jamás cicatrizaron. Se  enquistaron los reproches bajo estratos y estratos de razones. El silencio se llenó de palabras no dichas que se acumularon y acobardaron para nunca salir por la boca. Las miradas se convirtieron en furtivas, llenas de rencor y juicios soterrados. Ya no son miradas cómplices y brillantes porque saben todo lo que hay por debajo, conocen a la perfección cada capa de mierda, sedimentada año tras año, perfectamente encapsulada y ordenada para que no desprenda olor...

Pero todos los poros del cuerpo lo saben y destilan desencuentro, frío, humedad y desaliento.

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