Aún queda tiempo




Nunca fue apasionadamente feliz. Sí feliz por momentos, dentro de una rutina doméstica repetida y ordenada. Un bienestar controlado, concentrado, dosificado, sin sobresaltos ni arrebatos, sin darse permiso para más excesos. Lo justo, lo medido, lo establecido, lo que tocaba en cada momento. Fueron años más que de felicidad, de tranquilidad. Tranquilidad por haber cumplido, por estar cumpliendo un papel diseñado para ella. Un papel de madre, esposa y de "todo limpio", "que no digan", "que van a pensar de ti", "lo importante es tener todo a tiempo, la comida dispuesta..."

En un época sintió que se ahogaba. Que la función que le asignaron, y que asumió,  le atenazaba, le aprisionaba el pecho y la vida misma. Pasó años sumida en una tristeza gris sacando brillo a los muebles y sacudiendo alfombras, ordenando lo ordenado, buscando placer en gestos minúsculos y rutinarios del personaje que representaba. En ningún momento pensó en cambiar, en abandonar lo establecido o en abrir las ventanas de una existencia que pesaba como una losa.

Ahora ya es tarde para recuperar el tiempo. Lo perdido no volverá porque es otro tiempo, ahora es otra obra con otros personajes y otro cuerpo el  que carga con el peso de los años. No se puede recuperar lo perdido, lo único posible es reconstruirse  de nuevo, comenzar de cero, poner el reloj en marcha sin miras atrás y arrancar son paso firme  sacando los pies de ese lodo seco y apelmazado por los años... Se terminó el tiempo de ser  figurante en la obra escrita por otros.

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