Tus alas



No conozco a nadie con unas alas como las tuyas. ¡¡Son admirables!!

Las miro y me sorprende que desprendan tanta fuerza, tanta energía y que sean capaces de levantar tu vuelo y el de los que tienes a tu lado.

Veo esas capas de plumas que saben quién las hizo desplegarse en el aire un catorce de febrero, conscientes de enfrentarse al mayor reto que la vida les había presentado.

Se desplegaron, entre el dolor, la incertidumbre y el miedo. Con fuerza porque no había tiempo para rodeos, para llorar mil mares que te corrian por dentro ni para despedir al sueño soñado hasta ese momento, no había tiempo ni para buscar culpa entre la agrupación de cromosomas.

Desde entonces me maravillo de tu vuelo, de la firmeza y ligerza de tus alas. Subes, bajas, te elevas con esa fuerza de quien conoce la debilidad, con esa energía de quien sabe dosificarse, con esa luz de quien conoció la oscuridad profunda, con esa alegría de quien estuvo en el pozo de la pena

Da gusto volar contigo y ponerse a tu estela y seguir tu rumbo sintiendo el aire en la cara, la risa desbordante, poniendo palabras a lo que se teme,  quitando hierro a lo que pesa, llamando a las cosas por su nombre, gritando a los cuatro vientos.

No sé si lo sabes, amiga, pero tus alas nos levantan a unos cuantos del suelo y las nuestras, contagiadas, para volar contigo se despliegan.


Para mi amiga Cos, instructora de vuelo.

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